«Se define la metáfora como una historia que contiene una gran variedad de mensajes con potencialidad para desencadenar un proceso creativo, tanto en quien la construye y la narra como en quien la escucha. La historia explícita de la metáfora, su argumento superficial y los múltiples mensajes en ella contenidos a nivel profundo permanecen en la memoria del sujeto y siguen elaborando reflexiones y dudas, creando procesos evolutivos.»
Jardineros, princesas y puerco espines
Construyendo metáforas
Teresa Casula
La metáfora, el lenguaje del inconsciente
Cómo explican Robert Dilts y Judith DeLozier en la “Enciclopedia de PNL”, la palabra metáfora viene del griego μεταφορα (metaphora). Metaphora viene de metapherein formada de meta (fuera/más allá/ al otro lado) y pherein (trasladar).
La metáfora puede ser entendida como una herramienta que facilita la transferencia o traslación de aprendizajes entre distintos conceptos.
Usar una metáfora para entender una situación nos permite llegar a nuevas perspectivas y disparar la creatividad. Es una herramienta común y potente para hacer nuevas asociaciones referentes a una idea, situación o concepto. Estas libres asociaciones son las que ocurren también a nivel inconsciente en los sueños.
La metáfora estimula un tipo de pensamiento, el llamado pensamiento lateral, que nos lleva al nivel de abstracción necesario para poder aplicar o transferir aprendizajes de un contexto a otro.
Por ejemplo, establecer una relación entre conceptos tan distintos como gestionar un conflicto y comprar una lámpara, puede crear nuevas áreas de percepción. En un principio puede parecer que gestionar un conflicto es algo personal a lo que debemos dar mucha importancia, mientras que la lámpara puede ser un objeto material de menor importancia. Pero incluso en este tipo de relaciones podemos encontrar analogías relevantes, que nos permitan apreciar que , para darnos cuenta del alcance de luz de esta nueva lámpara, es posible que debamos esperar a que oscurezca.
Metáfora superficial vs. metáfora profunda
En PNL, se hace una diferenciación, entre aquellas metáforas que transfieren capacidades o ideas a un nivel superficial y aquellas que lo hacen a un nivel profundo.
Generalmente, las metáforas con similitudes más obvias y relaciones más directas, son aquellas que actúan a un nivel más superficial. Por ejemplo «Ha dormido como un bebé».
Mientras que por otro lado, las metáforas con similitudes menos obvias y menos visibles, son aquellas con capacidad de realizar transformaciones más profundas. Los sueños, cuentos y mitos culturales son algunos ejemplos de metáforas menos obvias.
Existen dos tipos de metáforas, las de acompañamiento y las de cambio, que utilizamos en la Programación Neurolinguística y en el Coaching. Milton Erikson, una de las primeras personas que John Grinder y Richard Bandler estudiaron y modelaron, era un maestro de la metáfora y del cambio.
La metáfora nos permite construir nuevas herramientas sobre las que evolucionar. Tanto es así que neurocientíficos como Daniel Dennett comparan el invento de la metáfora con el de la rueda.
Es muy útil emplear metáforas cuando existe oposición o conflicto ya que la metáfora respeta el poder del inconsciente, y le permite sacar sus propias conclusiones. La podríamos comparar con un rompecabezas: la mente inconsciente se afana por interpretarla hasta que llega a una solución que encaja, y ese reto le encanta.
El Bambú Japonés
En el lejano Oriente vive el árbol cuyo crecimiento es el más rápido de todas las especies. Dicen que, si te quedas quieto mirándolo, puedes verlo crecer…. pues crece hasta más de 30 metros por mes. Es algo realmente sorprendente.
Sin embargo, puedes tomar hoy una semilla de bambú y plantarla en el jardín de tu casa, puedes regarla durante meses y meses, y no conseguirás que brote ni el más pequeño tallo.
¿Por qué esa planta que crece tan rápido no crece en tu jardín?
Puedes echarle la culpa a la tierra o al clima el clima de tu país, … Quizás necesita otro ambiente para salir adelante… Sin embargo, esa planta es famosa por su habilidad para sobrevivir en cualquier circunstancia.
Quizás puede ser que seas tú, quizás el problema esté en ti, quizás tú seas un inútil y no puedas hacer que crezca el bambú.
El bambú durante sus siete primeros años (si, siete años) crece hacia abajo, haciendo expandir sus raíces hasta lo más profundo. ¿Por qué? Porque es sabio y se está preparando para después ser capaz de alcanzar el mayor de los éxitos y ser la planta con el crecimiento más rápido que existe en todo el reino vegetal.
Salir al mundo fuerte e inquebrantable no es fácil, hay que prepararse mucho para ello, y el bambú lo consigue gracias a siete años de profundizar sus raíces.
Entonces se hace tan poderoso que en un mes crece 32 metros, y aun cuando lo cortes seis veces, seguirá creciendo hasta los 32 metros en un solo mes. Por eso es tan apreciado. Porque sabe prepararse para triunfar, y si la desgracia cae sobre él, sabe renacer de sus cenizas y llegar otra vez a lo más alto empezando desde casi cero.
¿Por qué es capaz de hacer eso? Porque sus siete años de raíces le dan la fuerza para ello, su vida reside en su raíz, y aunque cortes el tallo, este seguirá creciendo.
Además, el bambú se mantiene en pie y creciendo gracias a su flexibilidad, cualquier otra planta o árbol de tronco grueso y macizo no resiste un fuerte viento, porque es rígido… en cambio el bambú sabe cómo adecuarse a su contexto, porque es flexible, adaptable y cambia cuando es necesario hacerlo.
No te sorprenderá que te digamos que ésta es una metáfora acerca de cómo podríamos ser las personas. Si somos capaces de tener paciencia en el cultivo de nuestro interior, si sabemos echar raíces fuertes en cuánto a nuestra identidad y si somos flexibles una vez que salimos al mundo y nos encontramos con nuevas formas de ser y existir, entonces seremos exitosos y podremos enfrentar la vida con sabiduría y crecer a pasos agigantados como personas.
Seamos como el bambú.
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