A menudo en nuestras vidas hablamos de hacer un cambio o de tener la necesidad de cambiar “algo”.
Una de las bases de la Programación Neurolingüística hace referencia a que la “experiencia humana es subjetiva”. Otra forma de expresar esta idea es que “el mapa no es el territorio”, es decir que la forma de percibir, sentir y experimentar una vivencia depende de muchos factores que influyen en cómo afrontamos una experiencia vital. Y que esa forma de afrontar puede ser muy diferente de una persona a otra, incluso en la misma persona en momentos diferentes de su vida.
Una reflexión del pensador y escritor del siglo XIX, Ramón de Campoamor, convertida casi en una expresión popular dice “nada es verdad o es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”.
Siguiendo con lo que propone esta reflexión podríamos extrapolar que los seres humanos tenemos la capacidad de experimentar una situación desde perspectivas diferentes, con significados diferentes y que, por tanto, podrán estar relacionadas con emociones y sentimientos diversos, dependiendo de cómo las interpretemos.
Imaginemos la respuesta ante un reto personal, por ejemplo, una pérdida de empleo o un cualquier cambio inesperado y no deseado en nuestras vidas. Dependiendo de nuestro entrenamiento en encajar reveses (por experiencias de aprendizaje vital) podremos encontrar formas distintas de responder a esos retos.
En situaciones críticas en las que no encontramos una forma fácil para hacer frente a una situación y encontrar maneras de seguir avanzando en nuestra vida, es posible que digamos que necesitamos un cambio.
Un cambio puede ser simplemente un cambio de perspectiva y eso puede ser útil y suficiente en alguna situación, pero si ese “cambio” representa una necesidad de variar nuestras respuestas más o menos condicionadas y necesitamos aprender nuevas formas, seguramente una “transformación más profunda” pueda ser más adecuada, más sostenible en el tiempo y aplicable a más de una situación. Nos encontramos aquí ante un posible reaprendizaje que implique revisar alguna creencia o alinearnos con algún valor más esencial de nuestra personalidad. Cuando hacemos este tipo de “ajustes” podríamos estar hablando de transformaciones mucho más profundas que un simple cambio de conducta en una situación específica.
Una transformación profunda puede pasar por adquirir una visión nueva, una comprensión nueva y/o una reformulación de alguna creencia que nos condiciona.
Las transformaciones profundas suelen concurrir con tomas de conciencia sobre motivaciones más o menos inconscientes, con comprensiones de orígenes de nuestras creencias o formas de ver el mundo que nos rodea que, a menudo, nos pueden llevar a nuestra infancia y primeros aprendizajes.